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jueves, febrero 6, 2025

Un antes y un después de «El Campanar»

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El pasado día 22, sobre las 19:30 de la tarde, llegaban a mi teléfono móvil varios vídeos de un edificio de viviendas totalmente envuelto en llamas. Por la magnitud y la forma de propagarse, pensé que debía tratarse de un accidente provocado por la explosión de una industria petroquímica porque un edificio, muy difícilmente, puede albergar materiales con tal carga al fuego y con una inflamabilidad tan grande como para producir una propagación tan rápida.

Desde el punto de vista técnico y contando con todas las cautelas sobre las hipótesis que se están publicando, lo totalmente aceptado e indiscutible es que la responsabilidad en la propagación del fuego de El Campanar fue del composite instalado como revestimiento y del sistema de fachada ventilada. La combinación de un material combustible junto con el sistema de aireación entre la fachada y el recubrimiento, produjo un efecto chimenea que propagó rápidamente el fuego por el exterior del edificio.

Por las imágenes emitidas por los medios, parece que el fuego se inició en un toldo y de ahí se propagó por toda la fachada. Si se inició realmente en un toldo y cómo pudo arder un toldo, es una cuestión que tendrá que dilucidar la policía científica. Lo que es indiscutible es que se propago extraordinariamente por la fachada tanto en horizontal como en vertical hacia arriba y hacia abajo.

La pregunta de cómo es posible una propagación tan rápida y en todas direcciones, sólo puede ser respondida después de una investigación forense por los peritos y técnicos, cuando logren averiguar la composición de los materiales y la estructura del composite instalado en la fachada ventilada.

Un composite es una disposición de diferentes materiales combinados para lograr un objetivo técnico concreto. En este caso, se trataba de una estructura en sándwich compuesta por una capa de material aislante colocada entro dos chapas de aluminio de unos pocos milímetros de espesor. Su objetivo es el aislamiento térmico y acústico. Por otra parte, el diseño de fachada ventilada logra la refrigeración de las fachadas soleadas en las épocas estivales.

Gráfico de fachada ventilada con recubrimiento

Incendio Campanar

Estos días se han barajado diferentes posibilidades sobre el tipo de material que fue empleado como aislante; y que parece, a todas luces, el principal responsable de rápida propagación del incendio y de la voracidad de las llamas.

En las primeras informaciones se habló del poliuretano. En este caso, se trata de una resina plástica que cuando se calienta no gotea, pero que es un combustible con altísimo poder calorífico y que sólo es susceptible de reducir parcialmente su inflamabilidad con aditivos químicos que encarecen muy notablemente su coste.

También se ha hablado de que el aislante contenía poliestireno o polietileno. En ambos casos se trata de termoplásticos que cuando se calientan funden rápidamente y fluyen. Además, frente al fuego se comportan como un combustible de un altísimo poder calorífico.

Finalmente, se habló de que se había utilizado lana de roca. La lana de roca es un producto de origen mineral (similar a la piedra pómez pero en fibras), totalmente ignífugo y que no explicaría la generación de tales llamas. La única posibilidad compatible del empleo de lana de roca con la propagación de las llamas es que se hubiera empleado algún tipo de adhesivo muy inflamable y en grandes cantidades para fijar los componentes del composite.

Además de conocer el tipo de aislante empleado, para conocer bien las causas de la rápida propagación del fuego, es necesario tener la certeza de que el sándwich constituido por el composite contaba con todas las chapas interiores de aluminio, dado que en el caso de que no fuera así, parte del material aislante estaría en contacto directo con el aire de la ventilación interna de la fachada, lo que equivaldría a decir que, debido al efecto chimenea, la llama contactaría directamente con el material combustible del aislante y se explicaría perfectamente la rápida propagación en sentido ascendente y también en horizontal.

El avance del fuego hacia las plantas inferiores por la fachada se puede explicar fácilmente si el aislante es un termoplástico que arde y gotea simultáneamente como es el caso del poliestireno o del polietileno. De cualquier forma, e independientemente del aislante, hay que hacer mención a la chapa de aluminio que lo recubre exteriormente, porque este metal tiene un punto de fusión de 660ºC y las llamas superan con creces los 800ºC, por lo que convierten al aluminio en un perfecto elemento de propagación del fuego hacia las plantas inferiores.

Además, la propia constitución y composición del recubrimiento de la fachada provocaba que saltaran planchas de aluminio y aislante en llamas, proyectándose contra el edificio vecino y propagando el fuego en él. Ello es debido al intenso calor y la expansión de los gases a altísima temperatura en la zona de ventilación de la fachada, donde se alcanza una sobrepresión, que termina por hacer ceder los anclajes y lanzar violentamente trozos del aluminio y del aislante ardiendo.

Este tipo de catástrofes siempre marcan un antes y un después, pero nunca es suficiente con que las normativas obliguen a que las futuras construcciones adopten las medidas necesarias para que algo así no vuelva a repetirse. Es necesario que saber cuántos edificios existen en España con este riesgo potencial e inspeccionarlos de inmediato. ¿Qué sentido tiene que el reglamento de protección contra incendios en edificios obligue al uso de extintores, únicamente, en edificios que han sido construidos o rehabilitados a partir del año 1996? ¿No importa la seguridad de las personas que viven en viviendas sin rehabilitar y anteriores a 1996?

Después de la tragedia del incendio de la torre de Grenfell en 2017, el Gobierno de Londres llevó a cabo una investigación para determinar cuántos edificios entrañaban este tipo de riesgos, encontrándose con el problema en más de 16.000 viviendas. En España se requiere una investigación del mismo tipo y la elaboración de un inventario de construcciones con riesgos similares para su inspección y adopción inmediata de las medidas necesarias para la sustitución de este tipo de materiales. ¿Cuántos españoles podemos estar en riesgo dentro de nuestras viviendas o en edificios de pública concurrencia como grandes superficies, centros comerciales y de ocio, teatros, cines, polideportivos, etc.,?

Más allá de las normativas, sin olvidarnos de la importancia del ecodiseño, la eficiencia energética y del ahorro económico; sobre cualquier otra cuestión debe primar siempre la seguridad de las personas.

Finalmente, debemos también evolucionar en las filosofías que han guiado las estrategias de los planes de seguridad y prevención contra el fuego en los edificios. Hasta ahora, todos los proyectos preventivos se han concebido desde la perspectiva de que el fuego se origina y se propaga desde el interior hacia el exterior de la construcción. Sin embargo, desgraciadamente, en la catástrofe de El Campanar el fuego avanzaba desde fuera hacia adentro y, en este caso, seguir los consejos habituales de los servicios antiincendios fueron inútiles para las víctimas mortales del siniestro.

Para todas las víctimas y sus familias, nuestro pésame y nuestras oraciones; para todos los afectados, nuestra solidaridad; para los servicios públicos, especialmente para los bomberos, nuestro agradecimiento y reconocimiento; y para el Gobierno y las autoridades competentes, nuestro ruego, convertido en exigencia, de que se tomen las medidas necesarias para que esto no vuelva a suceder.

Por Ricardo Díaz Martín, decano – presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Químicos de España y Catedrático de la Universidad CEU – San Pablo.

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